TALLER DE LECTURA: RESEÑA CAPERUCITA EN MANHATTAN

El lunes, 27 de enero, nos reunimos en torno a la novela Caperucita en Manhattan (1991), de Carmen Martín Gaite (1925-2000), autora representativa de la Generación del 50. Escribió novelas: El balneario (1954), Entre visillos (1958), Ritmo lento (1963), Retahílas (1974), Fragmentos de interior (1976), El cuarto de atrás (1978), Nubosidad variable (1992), Los parentescos (2001) y La reina de las nieves (1994); poemas: A rachas (1976) y Ensayos: El proceso de Macanaz (1970) y Usos amorosos de la posguerra española (1987). Cultivó, además, la crítica literaria, la traducción (Gustave Flaubert, Rainer Maria Rilke, Emily Brönte o Natalia Ginzburg), y colaboró en los guiones de series para Televisión Española: Santa Teresa de Jesús y Celia.R

 

En Caperucita en Manhattan Carmen Martín Gaite reivindica el poder de la fantasía y lo maravilloso. La nueva caperucita es una niña de nuestro tiempo, se llama Sara Allen, tiene diez años y vive en Brooklyn. Está aprendiendo, reuniendo experiencias acerca de la familia, la amistad, la soledad, el peligro, la monotonía de la vida diaria y el ejercicio de la libertad; pero, sobre todo, está aprendiendo a tomar decisiones. Sueña con salir de su casa, explorar la isla de Manhattan y, para eso, estudia el mapa de la ciudad, devora cada libro, sobre todo sus grandes modelos de libertad: Caperucita Roja, Alicia en el País de las Maravillas y Robinson Crusoe, que llegan a sus manos, a través del librero Aurelio Roncali, y Construir la Libertad, que le regaló su abuela. Se empeña, además, en la creación de un lenguaje particular, íntimo: Las Farfanías, como la palabra miranfú, decisiva al final de la novela, porque los sueños solo se cultivan a oscuras y en secreto.

 

Cuando surge la oportunidad de salir sola al mundo, no duda en dar el gran paso, siguiendo las enseñanzas de su abuela Rebeca (Gloria Star) y Miss Lunatic, el gran personaje de la novela, que podría ser el hada de los cuentos, el espíritu de madame Bartholdi, el alma de la Estatua de la Libertad o una anciana bondadosa y comprensiva.

Sara Allen hará un descubrimiento para siempre: la libertad, una de las constantes en la obras de la autora, transponiendo los contextos y motivos del cuento de Charles Perrault y de Los hermanos Grimm y, así, Caperucita en Manhattan, se convertirá en un canto a la vida: Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar…y vivir es reírse.

 

Para Carmen Martín Gaite y, así lo muestra en sus ensayos La búsqueda de interlocutor (1973) y El cuento de nunca acabar (1983), la meta es encontrar en cada lector un interlocutor activo, porque creía que las novelas no son solo de quien las escribe, sino también de quien las lee, y con nosotros lo ha conseguido: nos hemos mirado en su novela, hemos reaccionado y nos ha conmovido.

 

 

Nos sentimos satisfechos por la buena acogida de nuestro Taller de Lectura y por la diversidad de asistentes y de opiniones.

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