TALLER DE LECTURA: RESEÑA ARDIENTE SECRETO DE STEFAN ZWEIG

El lunes, 22 de enero de 2024, comentamos en nuestro taller de lectura, con un intenso y provechoso intercambio de opiniones, la novela Ardiente secreto (1911), de Stefan Zweig (Viena 1821-Petrópolis 1942). Fue autor de grandes ensayos: Momentos estelares de la humanidad (1927), El mundo de ayer (1942); biografías: María Antonieta (1932), María Estuardo (1934) o Erasmo de Rotterdam (1934), y novelas como Amok o el loco de Malasia (1922), Veinticuatro horas en la vida de una mujer (1927) y Novela de ajedrez (1941). Con una sólida formación intelectual, vivió con pasión el mundo de la cultura de Occidente. Se declaró antibelicista después de presenciar los horrores de la Primera Guerra Mundial y defendió la anhelada realidad de una Europa unida. Cuando llega Hitler al poder (1933) sintió pesadas nubes cerniéndose sobre él y desesperanzado ante el futuro de Europa, se trasladó a Petrópolis (Río de Janeiro) con la intención de comenzar una nueva vida allí pero, convencido de que la Alemania nazi iba a ganar la guerra, se suicidó junto a su segunda esposa, en 1942.

En Ardiente secreto, como en la mayor parte de sus novelas, Stefan Zweig parte de una historia sencilla para mostrarnos un detallado análisis de la naturaleza humana; en este caso, protagonizada por una madre, su hijo de 12 años, Edgar, y el joven barón seductor y sin escrúpulos, siempre al acecho de una oportunidad erótica. Es capaz de avivar el fuego de la ilusión en la madre del niño, Mathilde, en esa edad decisiva en la que una mujer empieza a lamentar el hecho de haberse mantenido fiel a un marido al que al fin y al cabo nunca ha querido, y en la que el crepúsculo de su belleza le concede una última y apremiante elección entre lo maternal y lo femenino (pág. 34). Sin embargo, la moral de la época hace que se despida de todos los deseos propios (pág. 121). También el barón despierta el interés y el cariño del niño hacia él, solo con la intención de acceder así a su madre. Edgar es el auténtico protagonista de la novela y en el que Zweig deposita su potencial como buen conocedor del alma humana. Cuando el niño descubre las verdaderas intenciones del barón y de su madre, y sus mentiras, se propondrá desvelar el ardiente secreto que le ocultaban como niño y se esforzará por traspasar esa delgada puerta que separa a los niños del mundo que nosotros llamamos real, y un soplo de viento casual hace que se abra de golpe (págs. 55-56).

En su huida, real y metafórica, de aquel ambiente asfixiante descubre ese secreto bien guardado; en un parque por el que vaga solitario: vio las siluetas de una pareja destacándose como sombras, aunque siempre enredadas en una sola, tal como había visto a su madre y al barón. Aquel misterio estaba también allí (pág.112) y se da cuenta de que su niñez ha quedado atrás y que un cúmulo de misterios ignorados está a su alcance (pág. 112).

Stefan Zweig nos sigue impresionando por su exquisita sensibilidad, su estilo elegante, potenciado con las descripciones minuciosas, las personificaciones de la naturaleza y las audaces comparaciones o contrastes, que obligan al lector a sentirse parte de la historia, ayudado por un narrador omnisciente y seductor.

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